Querida madre y hermana Juana...

Grupo Lanzaderira


Querida Madre y Hermana Juana: 

Recibimos tu carta en el túnel del tiempo que nos separa de la fecha, siempre recordada, de la aprobación de la Orden. Nos imaginamos como el afán que nacía en tu corazón iba tomando forma, desde el tomar conciencia de la necesidad, el valorar las opciones, enfrentarse a las dificultades...; ni te imaginas cuantas veces la historia de ese propósito fue ejemplo de tesón y de superación en la adversidad para nosotras. A cada generación le has aportado la luz de la llama y a nosotras -que como sabes vivimos un momento de lucha por los derechos de las mujeres en la sociedad y en la Iglesia-, nos avala tu referente de que juntas, tendiendo la mano, podemos ser mujeres que ayudan a otras mujeres, acaso ¿somos menos a los ojos del Padre? Seguro que esa pregunta, y pensar en la dignidad de las niñas en el mundo, te llevó a ponerlas en el centro de tu empresa. 

En este pequeño grupo somos seis mujeres de nuestro tiempo que, en red con otras, queremos vivir el eterno presente de Dios, al que haces referencia, y no lo queremos vivir solas. Nos toca un mundo, cada vez más agnóstico y sin Dios. En nuestras propias familias hay personas que a veces buscan por caminos diferentes; quizás esto te haga gracia, tú que viviste diferencias de religión en tu entorno más inmediato. Cuando nos reunimos, en nuestra isla de amistad, compartimos dificultades, temores, pero también celebramos el gozo de las alegrías en nuestras vidas. Dices en tu carta que nos reconoces en lugares muy diferentes en medio de la peste, y sí, esta pandemia, que amenaza la supervivencia, es una oportunidad para ser hijas y hermanas, con lo que tenemos a nuestro alcance, unas veces poco, tan solo quedarse en casa, y otras mucho, como es ser madre de un sanitario en primera línea. Esta situación pone en jaque vidas y también las seguridades en la que estábamos instaladas. Nada en demasía, decían los griegos, porque todo tiene límites y la naturaleza también, y lo habíamos olvidado. Sentíamos que la ciencia todo lo podía y que enfermedades como esta eran cosa del pasado, o de otras latitudes, por falta de higiene y medicamentos. Juana, nos sentimos vulnerables y temerosas de que esto traiga desolación y pobreza. Nuestras prioridades han cambiado estos días, y quizás para siempre. Las prisas por llegar, el afán de ganar más dinero, la dedicación al trabajo para conseguir mejores puestos, todo está patas arriba y en casa confinados estamos aprendiendo cual es el verdadero valor de las cosas. ¿De qué vale el dinero acumulado, o la ropa nueva que nos habíamos comprado, o los viajes que habíamos reservado? Todo ha quedado sin valor, en nada. 

Estamos aprendiendo cual debe ser nuestra prioridad, que en nuestro caso he tenido siempre muy presente sin entender nunca su verdadero significado en 1ª de Corintios 13, 13: "Hay tres cosas que son permanentes: la confianza en Dios, la seguridad de que él cumplirá sus promesas, y el amor. De estas tres cosas, la más importante es el amor". Estos días lo hemos entendido. También Santa Juana nos dice que mantengamos la llama, esa luz que es Cristo vivo, el cual dijo de sí mismo, "Yo soy la luz del mundo". Creíamos que esa luz era para compartir fuera, pero cuanta falta hacía compartir esta luz en casa, curar esas pequeñas heridas que tenían nuestras familias, que por habernos dedicado a otras cosas, habíamos dejado aparcado para otro momento, sin fecha definida. Compartirla también con nuestras amistades, con nuestra familia, poner un rayo de esperanza, una palabra amable, una sonrisa. Qué bien nos ha hecho cuando otras habéis compartido vuestra luz con nosotras con "un día menos", o "Dios proveerá", o, nuestra oración estos días, casi un mantra, "cuando pase por valle de sombra o de muerte, no temeré mal alguno, porque el Señor está conmigo". Y aquí se hace también muy viva la frase de Santa Juana "tender la mano". Que importante es cuando eres el objeto de esa mano tendida cuando sientes la necesidad. Mano tendida que aporta cariño, caricia, calor, mano llena que cubre necesidades, que acompaña, que mima, mano en estos días lavada dos minutos con agua y jabón, que todas tenemos dispuesta a tender, como nos pides tu Juana, aquí tenemos nuestras manos tendidas. 

Y ante esta situación que se nos presenta en un futuro no muy lejano, hace que nos vemos pequeñas, frágiles, débiles, con dudas ante tanto sufrimiento y tanta desolación. Pero, por otro lado, también experimentamos que Dios está con nosotras para afrontar todas las dificultades y preocupaciones que se nos plantean. No estamos solas. Dios está ayudándonos a llevar esta situación con la esperanza de que una nueva humanidad es posible. A nosotras también se nos confía una "empresa" en estos momentos y nos vemos como "instrumentos en sus manos". Tenemos la posibilidad de "renacer", nacer de nuevo, renovar nuestra vida, hacerla más solidaria, más justa, más respetuosa con los demás, con el medio ambiente, con los que sufren, con los más débiles, con los que nos necesitan... Pero como en aquel momento que tú viviste, esto no podemos conseguirlo solas, no podemos caminar divididas, nos necesitamos unas a otras, tenemos que "tender la mano", superar nuestros individualismos y egoísmos. 

Dentro de esta crisis sanitaria y económica estamos aprendiendo a saber ver no sólo lo negativo sino también la solidaridad que muchas personas están mostrando para ayudar a salir de esta situación, como por ejemplo personas anónimas que cosen mascarillas para nuestros sanitarios ante la falta de recursos de autoprotección que están sufriendo, empresas que han cambiado de actividad de forma temporal para fabricar material de protección y donárselo a los hospitales, organizaciones que han multiplicado sus actividades de ayuda social, voluntarios que hacen la compra a personas mayores, en muchas comunidades de vecinos se ofrecen personas para hacer la compra a los mayores o para ayudar a sus convecinos si caen enfermos... Esta situación de crisis nos ha hecho mirar de otra manera a los vecinos, amigos y personas que tenemos más cerca ofreciéndoles nuestra ayuda desinteresada, ahora empatizamos más con las personas que nos rodean e intentamos ayudarnos los unos a los otros como una verdadera comunidad. Estas actitudes nos recuerdan a cómo se vivía en las casas de la Compañía de María en sus primeros días y cómo intentabais ayudar a todo el que lo necesitaba como por ejemplo a los enfermos. Hoy sigues siendo un ejemplo para todas nosotras y esperamos nos sigas iluminando el camino correcto. El hacer consciente nuestra fragilidad nos impulsa a seguir tejiendo redes, a seguir haciendo camino con otras y otros, a tender la mano para construir el Reino que el Señor puso en nuestras manos, donde todas nos podamos sentir hijas y hermanas, donde podamos realizar el Proyecto que Dios tiene para cada una de nosotras, apostando por la vida, abiertas al futuro, un Reino en el que todas las personas puedan encontrar su lugar en el mundo, un mundo justo y fraterno, que sea de todos y para todos. 

Hoy más que nunca, abrimos nuestros corazones con tu mirada de cómplice y acompañamos desde el cariño y la ternura que hemos aprendido de ti, siempre con tesón y siempre hacia delante, en el que cada día vemos a Dios en todos y cada uno de los momentos que vivimos y sentimos. Gracias por ser ejemplo y compañía que nos ilumina en nuestro camino de mujeres y madres. Gracias por acompañarnos, seguiremos tu consejo de dejar que el Espíritu, el mismo que habitó en vuestro mundo, actúe en nosotras, nos reconforte, use nuestro corazón y nuestras manos para ayudarnos y ayudar. Juntemos nuestras manos amigas para seguir formando parte de la Compañía de María, tejiendo redes y creando nuevos caminos de esperanza. 

Un abrazo de hermanas Lanzadeira (R.L. Compañía de María) 

 Santiago de Compostela, mayo de 2020