Grupo Pedra

Juana de Lestonnac - Casa del Padre 

Querida madre: 

Hemos recibido con emoción tu carta. Te sentimos siempre muy presente, pero en estos momentos saber de ti ha sido un intenso sentimiento difícil de describir. 

Empezar a responderte es una tarea complicada, pues, por una parte, no queremos que ninguna de nuestras emociones vividas estas semanas se queden en el tintero y, por otra, nuestras reflexiones se agolpan sin orden en el momento de pasarlas al portátil. Así que respiramos hondo, contamos hasta tres y empezamos. 

Nos hablas de la intensidad de lo vivido en abril de 1607, de tal forma que nos acercas a ti, como es habitual, para que sintamos contigo lo que en aquellos momentos fue experimentar el eterno presente de Dios. 

El eterno presente de Dios... nuestra gran fortaleza, nuestra fe; esa que dicen que mueve montañas... ¡y vaya si las mueve! 

Cuando nos hablas de vosotras y os imaginamos unidas como un equipo indestructible, no sólo sentimos un orgullo indescriptible...: nos gusta pensar que somos parte de vuestro legado..., hijas de vuestra causa y hermanas de aquellas con quienes hoy la compartimos. 

Queremos que sepas que tender la mano es hoy mucho más que una empresa, es una manera de vivir, de sentir y de luchar. Queremos seguir sintiéndonos instrumentos en manos de Dios, como vosotras, ante las dificultades. 

Nos gusta sentirnos unidas disfrutando de vuestro ejemplo, un sentimiento que nos hace fuertes y que cuanto más crece hace que sea mayor nuestra fortaleza. 

Cuando en estos días hemos compartido nuestras experiencias personales, no ha importado que no hayamos podido estar juntas físicamente, pues nuestras comunicaciones "no presenciales", como tú dices, han contribuido igualmente a que nuestros lazos sean cada vez más y más sólidos. Esas redes sociales hoy cobran más sentido que nunca. 

Sí, madre, estamos inmersos en una pandemia, conscientes de las limitaciones que ello impone, como lo que implica el confinamiento, palabra que conocíamos, pero que jamás habíamos vivido como un hecho a esta escala. Ha irrumpido en nuestra sociedad. No sólo nos ha hecho enfermar sino que también se ha llevado con dureza a muchos de los nuestros envolviéndonos en un ambiente de vulnerabilidad e incertidumbre. 

Pero ¡he ahí tu legado! En medio de este panorama, descubrimos que podemos continuar, confiar y dejarnos guiar por expertos y, por supuesto, también expertas. Ellas y ellos tienen la llave para abrir la puerta de salida, trabajan juntos para encontrar la respuesta y el arma para combatir al enemigo, un enemigo de la humanidad. Mujeres y hombres de todo el mundo aúnan sus esfuerzos como tú siempre soñaste. 

Sanitarias y educadoras, gentes de primera línea están luchando con todas sus fuerzas, mente y corazón, aparcan sus vidas al servicio de pacientes, enfermos y alumnos. Profesionales sin tiempo para el protagonismo, que no se consideran héroes y heroínas, aunque lo sean. 

Madre, ¿qué nos estaba pasando? 

Nuestro planeta, ese tesoro que Dios Padre puso en nuestras manos, estaba en un camino sin retorno, maltratado y enfermando. Caminábamos deprisa, sin descanso, arrastrando con nosotros a lo nuestro y a los nuestros. Ha tenido que venir este mal para abrirnos los ojos, para obligarnos a pensar más que nunca en los demás, en los que nos necesitan en cada momento, obligándonos a recordar la importancia del bien común; como tú bien dices buscando cómo servir mejor. 

Tú, madre, mujer visionaria entre visionarias, viajaste en la máquina del tiempo hasta nuestro "hoy" y comenzaste a levantar tu empresa desde entonces, dando respuesta "ayer" a nuestras necesidades presentes, sabiendo que sería posible una sociedad nueva donde mujeres y hombres pudiesen trabajar y luchar juntos. 

Valientes familias y responsables pusieron su confianza en ti y en tu proyecto desde hace más de cuatro siglos, mujeres y también hombres que creyeron en ti, en vosotras y hoy son también parte de esa gran red. 

Tú, madre, nos hiciste ver la importancia de estar preparadas, de crecer como mujeres libres, con una mochila cargada de valores, de sentirnos en el proyecto común que es construir un mundo creativo y tolerante, el mundo que Dios Padre siempre pensó para nosotros, pues somos sus hijas e hijos y, como todo buen padre, nos quiere y desea lo mejor para nosotros. 

Las grandes transformaciones en la historia de la humanidad siempre fueron precedidas de momentos de guerra, revolución y necesidad. Dios nos brinda una nueva oportunidad y esperamos saber aprovecharla y haber aprendido del bien y para el bien. 

Queremos que sepas que en Pedra te sentimos, que somos feliz parte de tu red y así nos queremos sentir. 

Tus alumnas, discípulas y fervientes seguidoras de PEDRA R.L. Compañía de María (A Coruña, mayo 2020)