M. Carmen Zona Sur


Querida madre:

Quiero confesarte, qué a pesar de ser una niña de la Compañía, es ahora, con el paso de los años, que me he dado cuenta de tu gran labor. De cómo tuviste los oídos abiertos escuchando lo que el señor te pedía. De tu lucha contra todos y todo lo que te impedía tu misión. Tu espíritu de sacrificio, de servicio a los demás y te reconozco como una de las primeras feministas (palabra muy mal utilizada en estos tiempos), que comprendió la importancia de la educación y el conocimiento para que las niñas dejarán de ser seres inferiores y darles la dignidad que merecían. Por todo esto, ruego al Señor que me conceda el privilegio de seguir conociéndote y así tomarte como ejemplo y doy gracias porque no se apagó la llama que tú encendiste en mi corazón.

Mari Carmen Labrador