Jornada de Espiritualidad en la Zona Norte 

13.03.2020

Hemos celebrado, el pasado 7 de marzo, nuestra Jornada de Espiritualidad en Ain Karim.

Ha sido un tiempo de silencio y de compartir, de reflexión y comunicación de vida, de oración personal y comunitaria, pero sobre todo de disfrutar, en buena compañía, de la presencia amorosa de Dios.

Comenzamos el día con el salmo 138, conscientes de la confianza que nos inspira saber que Dios nos conoce plenamente y que, cuenta con nosotros, para hacer realidad su sueño de felicidad para toda la humanidad. Con la certeza de sentirnos hijos queridos, respondimos a su llamada dispuestos a buscarlo, escucharlo y hacer su voluntad.

El material de la Jornada nos invitaba a preguntarnos si jugamos al escondite con Dios pero, experimentando su presencia amorosa y cercana, que nos habita y da sentido a nuestras vidas, no pudimos sino constatar que Él siempre está ahí, en el corazón de cada uno de nosotros, en la Palabra que nos dice cada día, en las personas que se cruzan en nuestro camino, en nuestro día a día. Estamos seguros de que el Señor nos concede su intimidad, que quiere encontrarse personalmente con cada uno de nosotros, que nos escucha y camina con nosotros. Él es luz, camino y sentido. María nos acompaña en la experiencia aportando su propia vivencia reflejada en el Magníficat.

Sabiendo que Dios está presente en todas las personas, y que no existe realidad ajena a su presencia, concluimos que ser cristianos hoy es tener centrada la vida en Jesús, y vivir nuestra vida al estilo de Jesús. No hay más opción para quien se reconoce Hijo de Dios, y cree en el evangelio, que anunciar la Buena Noticia y hacer Reino.

Acercarnos al Señor, contemplarle, es siempre una llamada a mirar a los otros, a caminar con otros, a tender la mano, a construir fraternidad. Esa experiencia de Dios que nos lleva del yo al nosotros, que nos lleva a forjar nuevos vínculos, a cuidar las relaciones que nos edifican colectivamente, nos llevó a concluir también, que ser seguidor de Cristo no es únicamente orar, sino que también es hacer justicia entre los hombres.

En la Jornada nos hemos sentido mirados con amor por el Señor, sonreídos con dulzura, abrazados, protegidos en su regazo; pero también llamados a ser testigos de su presencia en nuestras realidades y servidores de quienes nos necesiten. Somos instrumentos de su amor, enviados con otros a continuar su Misión, y a ser signos de santidad en el mundo: "la sal y la luz de Cristo" en nuestras vidas cotidianas, en nuestro tiempo.

Nuestra vivencia de la Jornada de Espiritualidad la reconocemos en las siguientes palabras de Machado:

"Creí mi hogar apagado,

y revolví la ceniza...

Me quemé la mano."

Testimonio de Sonia Estepa